jueves, 7 de abril de 2011

Las Miradas

Antes de salir de la disco miró sobre su hombro. Como quien trata de comerse el horizonte, abarcó con su vista todos esos espacios, esas personas, en busca de la mirada de él... simplemente esa mirada.
Aquella vez que lo saludó él iba de entrada cuando el otro salía. Se miraron, y como no queriendo, al evitar sostener la mirada y seguir con el camino, se regresó dos pasos para pedirle lumbre para el cigarro.
El otro ofreció la colilla y esperaba a que se la regresara con el fin de hacer tiempo y no dar por terminado el encuentro, esto lo sabía por experiencia. Y mientras con las manos intentaba encender el cigarro, con los ojos volvió a sostener esa mirada. El otro la retuvo y preguntó:
- ¿Cómo te llamas?
- Demetrio. ¿y tú?
- Sebastián.
Se saludaron
Sebastián con la colilla ya en la mano, la lanzó con un gesto despreocupado hacia el estacionamiento, al mismo tiempo que le preguntaba:
- ¿Por qué tan tarde?
- Vengo de otra disco, y como aquí se termina de madrugada... ¿Y tú? ¿Ya te vas?
- Si, ¡qué hueva!
Un silencio creció entre los dos. No entraba ni salía nadie, solo con él, entre el estacionamiento y los matorrales de la orilla de la carretera, en un compromiso que lo obligó a seguir con una plática en que las preguntas de rigor ya estaban formuladas.
- ¿Buscas acción? -inquirió Demetrio, quien tenía ánimos de un encuentro.
- En realidad voy a mi casa. Todo el fin de semana no he parado de desvelarme.
- Bueno... -dijo en un tono no resignado- En otra ocasión podremos vernos, ¿verdad?
- Si, tal vez para otra ocasión -dijo dándole esperanzas a Demetrio.
- OK, nos vemos.
- Hasta luego.
Demetrio vio como se alejaba, con ese Levi´s 501 con el que se veía bien. Sebastián entró en el automóvil, y antes de que él pasara a su lado, siguió hasta la taquilla, pagó el boleto, y ya adentro, tuvo la sensación de que no tenía ya otra cosa que hacer.
Pero como todo es relativo, volvió a las andadas al ver a tanta gente. Se dio rienda suelta en saludar a quienes conocía, en hacer plática a las nuevas amistades, en bailar hasta el amanecer.
Al principio miraba a cada momento la entrada para ver si a última hora Sebastián volvía. Sin embargo, las esperanzas se iban poco a poco tras el pasar del tiempo. Después, salió a la terraza y creyó ver el auto de Sebastián. Tal vez está otra vez de regreso, quien sabe. Anduvo de arriba abajo, de una pista a otra, entre la barra de bebidas y los baños, y no encontró el menor rastro de él. En el estacionamiento, supo que en realidad lo que había visto era otro auto del mismo color.
En lugar de regresar, caminó hasta el final del estacionamiento. Iba a su casa a dormir con una expresión de hastío. Por el retrovisor la disco se alejaba poco a poco, y dando vuelta hasta perderla de vista dijo:
- ¡Volveré!
En el fin de semana siguiente se presentaron semejantes circunstancias. Sebastián caminaba indiferente por el estacionamiento cuando escuchó una voz que le decía:
- ¿Ya te vas Sebastián?
- Si. -dijo secamente, y mirando a Demetrio como cuando se ha visto a una persona bastante tiempo agregó:
- Nos vemos.
- Hasta luego.- No le quedó otra opción.
Demetrio volvió a entrar a la disco, con la sensación de que había fallado en algo. Luego pensó en que tal vez Sebastián se sentía cansado y que se iba a su casa a dormir. Ha de trabajar mucho, seguía en sus divagaciones. Sin embargo, en realidad no lo había tratado más de cinco minutos, nunca lo ha visto adentro de la disco, bailando, conversando con alguien. Entonces ¿por qué se encontraba embobado si no conocía nada de él?, a excepción de que usa un automóvil blanco, se llama Sebastián y le queda el Levi's a la perfección. Quizás serían esos muslos que llenan las perneras tan bien, o las piernas largas. Lo que probablemente le impresionó más de él, fue la presencia o personalidad, cosas que dejaba a la intuición, porque era casi seguro que acertara en cuanto a las expectativas deseadas de tal o cual persona.
Y mientras la vida transcurría como cualquier noche en cualquier disco, Demetrio andaba, como aquella primera vez, de un lado a otro en busca de algo que sabía no iba a encontrar, pero en el fondo no era más que esa mirada directa que Sebastián le había inyectado como una bofetada.
En todos vio lo que no quería, buscó pretextos para negarse a bailar, las bebidas aumentaron, y la noche la terminó en una cantina. Al salir, pensó en una conclusión factible: el siguiente fin de semana llegaría temprano, a esa disco donde ha visto salir dos veces a Sebastián.
En efecto, así lo hizo y llegó a la media hora de abrir. Al entrar al estacionamiento se encontró con la sorpresa de que era de los primeros, y no había ningún auto blanco. Mientras esperaba a que entraran más personas, veía con insistencia los coches. Comprendió una idea que le hizo entrar a la disco de una buena vez, se estaba obsesionando por alguien quien en realidad no le había prometido nada, ni era seguro que pasara algo.
Una vez adentro, se sentó al lado de una mesa, por la puerta principal; quería ver el justo momento en que Sebastián entrara, para que lo mirara y se sentase con él, o le saludara.
Las horas pasaron y la realidad no se presentó como quería. El no había llegado. En un ataque de furia, Demetrio bailó con una persona al lado suyo de la mesa; pedía bebidas al mesero mientras trataba de conquistar a quien se le atravesó en el destino; pero la noche la pasó en tratar de evadirse hasta que la realidad le dijo: quiero estar contigo a solas.
Con disculpas se despidió del individuo; y con desánimo, miró sobre su hombro todo lo que podía ver de la disco, diciendo para sus adentros tal vez no vino hoy, quizás la siguiente semana.
Cabizbajo y con los pies arrastrando caminaba por el estacionamiento, hasta que descubrió esas perneras. Ahí estaba él. Por fin iban a cambiar las circunstancias.
Oyó que le decían: - ¿Ya te vas Demetrio? A lo que contestó seco: Sí. Y fue cuando comprendió que si él había llegado temprano para encontrarse con Sebastián, Sebastián había llegado tarde para encontrarse con él.

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