lunes, 25 de junio de 2007

La vi tan Transparente

La vi tan Transparente
Para Olaf
No la volví a ver, pero me imagino por qué. Estaba aburrido en casa y fui al centro comercial a dar la vuelta. Descubrí que era otoño porque las hojas colgaban del techo y había descuentos por fin de temporada. No había nada que me distrajera hasta que vi la tienda Vicios, y fue ahí donde la encontré, con el pelo azul y con un vestido de plástico transparente, se veía tan demacrada, blanca y delgada, anoréxica. La miraba fascinado. Como ahí trabajaba, quería esperarla, pero ella salió y me entregó una nota en la que decía te espero a la salida.
Ya está hecho, me dije, y seguí dando vueltas. Compré un café descafeinado y una rebanada de pay de manzana sin azúcar y seguí ensimismado en mi aburrición.
Al llegar la hora me acerqué a la tienda y estaba ahí, esperándome.
-¡Qué tal! -le dije.
-¡Creo que combinamos!
-Tal vez -agregué.
-¿Nos vamos?
¿-A dónde?
-Vamos a hacerlo. -contestó.
-OK
La vi tan transparente. Sacó un Benson mentolado y me ofreció. Tomé uno, encendí el de ella y luego el mío. La veía como fumaba, con ese aire de diva ensimismada en la vista exterior del auto, como preguntándose por qué existimos.
Al llegar a mi departamento, la invité a mi recámara, y sin decir nada, encendí otro cigarro y empecé a quemarle el vestido, le hice decenas de orificios y después desgarré lo que quedaba de él. Me invitó a abrazarla y la besé como nunca había besado a una mujer.
Ella me desnudó y preguntó:
-¿Safe sex?
-OK. Afirmé
Saqué del cajón del buró condones, papel plástico para envolver alimentos y lubricantes.
Nos tuvimos abrazados, con besos en cada parte de la piel. Me lamía los dedos de los pies y yo a ella. Me puse un condón y empezó a lamerlo. Y yo le puse una película de plástico sobre su sexo y también lo lamí.
Entre preludio, juegos y besos, creímos estar listos. Le puse gel en los muslos y me froté hasta venirme.
Ella se montó sobre mi espalda, en la región lumbar, y estuvo cabalgando hasta que tuvo su orgasmo.
Estuvimos en la cama buen rato viendo comerciales y ella preguntó:
-¿Cómo te llamas?
-Dime Arthur, ¿y tú?
-Nina
-¿Por qué? -pregunté después de una pausa.
-Son los tiempos y las circunstancias.
Me abrazó y yo le dije que quería volver a verla.
-¿Lo crees necesario?
-¿Tienes otra cosa que hacer?
-No.
Saqué de mi clóset una camiseta Adidas, y un Levi´s que le quedaron mejor a ella que a mi. Le tuve que obsequiar también un cinto porque los pantalones se le caían.
Le prometí que la vería al día siguiente.
Y así fue. A veces me pregunto que importancia tenía el hecho de volver a verla, pero no encontraba una respuesta, y me dije que la seguiría viendo hasta no tener otra cosa que hacer. Tal vez ella piense de la misma manera, no sé.
Ahora tenía una peluca rosa, camiseta blanca y un vestido de tirantes con florecitas.
La invité al Skizzo. En la disco, una música de la India con tecno invadía la pista, todo el mundo andaba en trance.
Bebimos vodka con licor de café. La pasábamos bailando, sin platicar, quise ensimismarme y salir de este mundo con la música, pero ella estuvo a punto de sufrir un desmayo.
-¿Te pasa algo? -pregunté
-Nada, creo que estoy ebria. -y apuró la copa semillena hasta el final, se soltó de mi, y empezó a girar, elevando los brazos a la esfera de espejos, como hacían los ancestros, supongo, al alabar al sol.
Evitamos acostarnos, pues al calor de las copas, la pasión es más fuerte que la razón. Ella no quiso que la llevara a su casa. Tomó un taxi, y sin sonreír se despidió con el movimiento de la palma de la mano.
Cuando el taxi se puso en marcha le grité que la vería al día siguiente, ella asintió, pero no la vi ya. No sé por qué, estaba aburrido, no tenía que hacer. Creo que me era indiferente. La última vez que fui a la tienda Vicios, antes de que la desaparecieran, como todo en la vida, pregunté por ella. Dijeron que ya no trabajaba por enfermedad.
No me extrañó la respuesta que dieron. Me imaginé que tal vez moriría muy pronto. Si existe un más allá, tal vez la vea y la salude.

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